
La experiencia, cuesta cara.
Por qué las compañías deben cuidar a sus colaboradores más valiosos. En el mundo laboral, hay frases que no pasan de moda ni desapercibidas, y una de las más contundentes es:
“La experiencia, cuesta cara.”
Es un refrán corto, directo, y lleno de realidad más vigente que nunca. Porque en cualquier organización (desde una PyME hasta una corporación global) formar, capacitar y desarrollar talento toma tiempo, esfuerzo y dinero. Y lo más importante, no se consigue en una tienda, se cultiva con los años.
Pero ¿realmente somos conscientes de cuánto vale esa experiencia? ¿Le estamos dando el valor que se merece dentro de nuestras empresas?
Lo que cuesta no es solo el sueldo: es el aprendizaje acumulado
Cuando hablamos de experiencia, no nos estamos refiriendo únicamente a los años que una persona ha trabajado, más bien a todo lo que ha aprendido en el camino:
- Resolver problemas sin manual
- Tratar con clientes difíciles
- Evitar errores, porque ya los cometió
- Mantener el flujo de trabajo en tiempos de presión
Ese conocimiento no se aprende en un curso de dos semanas, ni se transfiere por correo. La experiencia se construye día a día viviendo y resolviendo situaciones reales, muchas veces a prueba y error. Por eso, cuando una empresa se da el lujo de perder un colaborador experimentado, no solo pierde una persona: pierde historia, contexto, criterio y estabilidad.
¿Y si no lo cuidamos?
Cuando una organización no le da el valor que se merece a su personal con experiencia, termina pagando el precio del reemplazo y la curva de aprendizaje. Y realmente, ese costo no siempre se ve en la contabilidad, pero se siente en los resultados y los procesos de procesos de producción:
- Decisiones lentas o equivocadas
- Clientes insatisfechos por errores evitables
- Mayor rotación, menor compromiso
- Equipos sin guía ni referentes
¿Cómo solucionarlo?
Cuidar la experiencia no significa solo retener empleados antiguos, sino valorar, respetar y aprovechar el conocimiento de quienes han recorrido el camino. Algunas formas de hacerlo son las siguientes:
- Escuchar a quienes saben: darles voz en decisiones clave.
- Involucrarlos en la formación de nuevos talentos: que transmitan su conocimiento.
- Reconocer su trayectoria: no solo con dinero, sino con respeto y visibilidad.
- Evitar el edadismo laboral: la edad no es una desventaja, es una biblioteca viva.
- Ofrecer estabilidad emocional y laboral: en algunas ocasiones no se van por mejores sueldos, sino por falta de valoración.
Cuidar la experiencia es cuidar la empresa
Una compañía sin experiencia sólida es como un castillo de naipes: puede verse muy bonito por fuera, pero no aguantara la mínima brisa.
Mas allá de las modas del “talento joven”, en las empresas inteligentes entendemos que el equilibrio entre energía nueva y sabiduría acumulada es lo que marca la diferencia a largo plazo.
Cuidar a los colaboradores valiosos no es un acto de generosidad. Es una decisión estratégica.
“La experiencia cuesta cara, sí… pero perderla, es invaluable.”